Yo tengo un don.
Leyendo el blog de Reich (que seguro que no sabe ni que existo), he recordado que yo poseo una cualidad innata desde que nací, y no, no es el de encontrar trabajos no cualificados y mal remunerados (para eso no hace falta tener ninguna aptitud especial). Yo tengo el don de dar seguridad.
Desde tiempos inmemoriables, cuando alguien me ha contado alguna pena o algún problema, yo he sabido dar los ánimos suficientes para salir del paso. Yo confío en mis capacidades, yo no me considero inferior a nadie, yo soy lo que soy, yo me quiero mucho... Con esas máximas, y con algún otro consejito acorde con lo que veo y con lo que el afectado necesita, he dado altas dosis de confianza a sí mismo/a. Llegado el momento estrella, el momento cubre, todos los que me han comentado sus problemas han salido airosos de ello, han conseguido su propósito, sus sueños más próximos (y asequibles, claro está). Yo siempre opino de forma lógica, viendo las cualidades de la persona, la fortaleza y que si quieres, puedes. Y llegado este momento, el de la victoria para mis "víctimas del don", ocurre dos cosas. O me ignoran cuando han conseguido lo que deseaban, o se distancian de mí.
Tengo amigos (y enemigos) que eran como un diamante en bruto. Tímidos, apocados, temerosos con las chicas que recurrieron a mí, por diferentes motivos y en diferentes circunstancias, para pedirme consejo. Escuché todos sus problemas, otros problemas los deduje yo solita, y les sugería a cada uno cómo cambiar su actitud para afrontar su problema. Cuando tuvieron la seguridad suficiente como para actuar de otra manera diferente a la que solían hacerla, empezaron a destacar. El que un año antes era el friki del colegio, al año siguiente era el chico más popular del instituto. Era mi mejor amigo, y dejó de serlo cuando tenía a toda la población femenina mundial a sus pies, y se volvió clasista y estirado. Me ignoró, así de fácil. El que tenía problemas de pareja y de trabajo, tras nuestras conversaciones, optó por ser un trepa y echarse alguna amante. Todos ahora juegan con el físico, creyendo que es lo único que importa. Pero lo que verdaderamente importa, lo que realmente importa, está en el interior, y precisamente es lo que no muestran.
Con mis amigas (y enemigas) pasa lo mismo. Recurren a mí, como si yo fuera un médico para curar sus males. A veces, sin querer, alguna frase mía ha solucionado su problema. Otras, recurrieron a mí cuando se quedaron solas, sin pandilla, sin amigas. Lo malo fue que, cuando das confianza, hay quien se toma más de la que toca, por lo que me encontré varias veces prácticamente expulsada de la pandilla (que era la mía), para formar otra, llegar alguien de nuevo con esos problemas, y tener que quedarme en casa por hacerme la vida insoportable. Y así, hasta el infinito.
Más que un don, para mí es una maldición. Gente con complejo de inferioridad se convierte en egocéntricos. Yo sólo soy un instrumento. Lo malo es que atraigo a gente así. Todos intentan manipularme, humillarme y someterme cuando consiguen eliminar sus temores y sus problemas. Y, si no cedo, me ignoran, como demostrándome que, como ya no les resulto útil, como ya han conseguido lo que deseaban, yo sobro.
Mi madre siempre me dice que tengo mucha seguridad, aunque "un mar de dudas me hizo naufgragar". Transmito seguridad, y por lo que veo, es contagiosa. Quien toca mi polvo de hada empieza a volar solo.
A mí no me gusta este don porque al final, por muy buen amigo/a que sea el que esté intentando resolver sus dudas o encontrar una solución, acaba haciendo lo mismo que los demás. Y yo siempre pienso lo mismo: "¿Tú también, Brutus?"
Por supuesto, hay excepciones. Pero las excepciones simplemente se distancian de mí. Y también me duelen.
Hay cosas en las que me considero muy escéptica ya. Mi polvo de hada seguirá haciendo su trabajo aunque yo no quiera. La gente que me rodea me utilizará como herramienta para curar sus males, saciar su necesidad. Y yo, seguiré pensando y torturándome, para hallar alguna explicación científica a todo esto.
Y dicho esto, que empiece el jueves.
Desde tiempos inmemoriables, cuando alguien me ha contado alguna pena o algún problema, yo he sabido dar los ánimos suficientes para salir del paso. Yo confío en mis capacidades, yo no me considero inferior a nadie, yo soy lo que soy, yo me quiero mucho... Con esas máximas, y con algún otro consejito acorde con lo que veo y con lo que el afectado necesita, he dado altas dosis de confianza a sí mismo/a. Llegado el momento estrella, el momento cubre, todos los que me han comentado sus problemas han salido airosos de ello, han conseguido su propósito, sus sueños más próximos (y asequibles, claro está). Yo siempre opino de forma lógica, viendo las cualidades de la persona, la fortaleza y que si quieres, puedes. Y llegado este momento, el de la victoria para mis "víctimas del don", ocurre dos cosas. O me ignoran cuando han conseguido lo que deseaban, o se distancian de mí.
Tengo amigos (y enemigos) que eran como un diamante en bruto. Tímidos, apocados, temerosos con las chicas que recurrieron a mí, por diferentes motivos y en diferentes circunstancias, para pedirme consejo. Escuché todos sus problemas, otros problemas los deduje yo solita, y les sugería a cada uno cómo cambiar su actitud para afrontar su problema. Cuando tuvieron la seguridad suficiente como para actuar de otra manera diferente a la que solían hacerla, empezaron a destacar. El que un año antes era el friki del colegio, al año siguiente era el chico más popular del instituto. Era mi mejor amigo, y dejó de serlo cuando tenía a toda la población femenina mundial a sus pies, y se volvió clasista y estirado. Me ignoró, así de fácil. El que tenía problemas de pareja y de trabajo, tras nuestras conversaciones, optó por ser un trepa y echarse alguna amante. Todos ahora juegan con el físico, creyendo que es lo único que importa. Pero lo que verdaderamente importa, lo que realmente importa, está en el interior, y precisamente es lo que no muestran.
Con mis amigas (y enemigas) pasa lo mismo. Recurren a mí, como si yo fuera un médico para curar sus males. A veces, sin querer, alguna frase mía ha solucionado su problema. Otras, recurrieron a mí cuando se quedaron solas, sin pandilla, sin amigas. Lo malo fue que, cuando das confianza, hay quien se toma más de la que toca, por lo que me encontré varias veces prácticamente expulsada de la pandilla (que era la mía), para formar otra, llegar alguien de nuevo con esos problemas, y tener que quedarme en casa por hacerme la vida insoportable. Y así, hasta el infinito.
Más que un don, para mí es una maldición. Gente con complejo de inferioridad se convierte en egocéntricos. Yo sólo soy un instrumento. Lo malo es que atraigo a gente así. Todos intentan manipularme, humillarme y someterme cuando consiguen eliminar sus temores y sus problemas. Y, si no cedo, me ignoran, como demostrándome que, como ya no les resulto útil, como ya han conseguido lo que deseaban, yo sobro.
Mi madre siempre me dice que tengo mucha seguridad, aunque "un mar de dudas me hizo naufgragar". Transmito seguridad, y por lo que veo, es contagiosa. Quien toca mi polvo de hada empieza a volar solo.
A mí no me gusta este don porque al final, por muy buen amigo/a que sea el que esté intentando resolver sus dudas o encontrar una solución, acaba haciendo lo mismo que los demás. Y yo siempre pienso lo mismo: "¿Tú también, Brutus?"
Por supuesto, hay excepciones. Pero las excepciones simplemente se distancian de mí. Y también me duelen.
Hay cosas en las que me considero muy escéptica ya. Mi polvo de hada seguirá haciendo su trabajo aunque yo no quiera. La gente que me rodea me utilizará como herramienta para curar sus males, saciar su necesidad. Y yo, seguiré pensando y torturándome, para hallar alguna explicación científica a todo esto.
Y dicho esto, que empiece el jueves.
Etiquetas: don
2La nobleza opina
At 2:33 p. m.,
Anónimo said…
Vamos, que las Embrujadas a tu lado, meras aficionadas.
Saludos.
At 5:28 p. m.,
Satrústegui said…
Yo quiero un poco de esos polvos mágicos. Mis argumentos son varios:
1. Los necesito.
2. Si me distancio más, supongo que será porque estoy en Bordeaux (aunque no estoy seguro de tu ubicación, creo que Granada está más cerca de lo que sospecho que la capital del departamento 33).
3. Necesito algo más de superficialidad en la vida normal. Mi profundidad que se quede incrustada en mi blog.
Venga doña Aldonza, deme usted un consejo de estos motivantes!!!
Publicar un comentario
<< Home