Por lo menos lo intenté (whahahahahaha...)
Me acuerdo que cuando era adolescente me gustaba muchísisisisisisisisisisisimo un chico del intituto (uno de tantos je je je, yo era muy enamoradiza). Cómo no, era el guaperas, el chico por el que tooooooooodas estaban locas. Yo, desde mi triste anonimato, era feliz viéndolo llegar con su moto, pasar por el pasillo, al tiempo que miles, qué digo miles, millones de féminas llenas de hormonas se abalanzaban sobre él. Yo sólo lo miraba, en silencio, jamás crucé una palabra con él. Y hablo de este chico porque jamás hice nada por conocerle, yo sólo lo miraba y me conformaba con ello. Vamos, si se le hubiera ocurrido tocarme con un dedo en la frente, me hubiera muerto de placer. Pero no se dio el caso, no ocurrió nada de eso, y mi experiencia con él fue nula. Nula no: inexistente.
Bueno, pues cuando eres joven y te lo crees todo (ahora no soy tan joven y sigo tragándome las cosas igual), piensas que hay cosas que funcionan. Me refiero a esos hechizos que salían en las revistas que nos comprábamos. Siempre había un apartado en donde te decían "Haz que se fije en tí", o "Hazle caer rendido a tus pies" y unos cuantos trucos en los que alternaban el misterio (no le demuestres que estás deseando quedar con él) con algo más contundente (elige algo trasnparente para insinuarle tu cuerpo). Mi mente clamaba venganza, puesto que yo no reunía un triste requisito para siquiera cruzar unas palabras con él (o con otro, el resultado siempre era el mismo), por lo que acabé mirando el otro apartado: el de hechizos y conjuros. Vale, lo reconozco, quise creer que funcionarían. Pero no. No funcionó ni uno. O tal vez los hice mal, a saber. Lo cierto es que ganas, le puse un rato.
Uno era muy fácil: escribe su nombre en un papel, mójalo, empápalo en azúcar y tíralo en la parte más alta de la casa. Y ahí me veíais a mí escribiendo todos los días su nombre en un papel y subir a la terraza y tirarlo arriba del todo. Yo creo que ese tejadillo estaría a punto de hundirse de las veces que repetí la operación, sin resultados. Cada día lo miraba para ver si había cambiado algo en él, pero no. Otro cutrehechizo era también escribir su nombre en un papel y meterlo en un bote de miel, y esconderlo en donde nadie pudiera verlo. Como me daba lástima estropear un bote de miel por eso, cogí uno vacío, hice lo que me decían, y lo escondí en el fondo del armario (en donde la ropa la tenía hecha un batiburrillo) (¿y quién no la ha tenido así alguna vez?). Tampoco funcionó. Dudé en si lo había visto alguien o la ausencia de la miel tenía algo que ver. En resumidas cuentas, yo sabía que con ese chico no tenía nada que hacer, por lo que miel que no estropeé y el bote vacío acabó como hucha. Je je je, eso era reciclaje.
Así que mi interés por él desapareció al igual que vino: de repente. De las revistas esas, me interesaron más las fotos para forrarme las carpetas que los consejos para conquistar a un chico. También servían para tener algo qué leer cuando ibas al baño. Se volvieron muy polivalentes ellas, oiga. Eso si: no volví a seguir ni un cochino consejo de los que daban. Se me quedó la frase del genio de la lámpara en la película de Aladdín: no puedes hacer que alguien se enamore de otro alguien (bueno, también la de no puedo resucitar a los muertos: es asqueroso y ¡¡¡huele muy mal!!!, pero eso no viene al cuento)
Luego me convertí en un ser escéptico en estos temas (escéptica hasta la médula) pero como sigo igual de ignorante que siempre en relación con todo lo demás, pues nada.
Eso sí: cuando cae en mis manos una revista con hechizos de ésos, me echo unas risas. Porque por lo menos, para reirse un rato, dan buen resultado.
Bueno, pues cuando eres joven y te lo crees todo (ahora no soy tan joven y sigo tragándome las cosas igual), piensas que hay cosas que funcionan. Me refiero a esos hechizos que salían en las revistas que nos comprábamos. Siempre había un apartado en donde te decían "Haz que se fije en tí", o "Hazle caer rendido a tus pies" y unos cuantos trucos en los que alternaban el misterio (no le demuestres que estás deseando quedar con él) con algo más contundente (elige algo trasnparente para insinuarle tu cuerpo). Mi mente clamaba venganza, puesto que yo no reunía un triste requisito para siquiera cruzar unas palabras con él (o con otro, el resultado siempre era el mismo), por lo que acabé mirando el otro apartado: el de hechizos y conjuros. Vale, lo reconozco, quise creer que funcionarían. Pero no. No funcionó ni uno. O tal vez los hice mal, a saber. Lo cierto es que ganas, le puse un rato.
Uno era muy fácil: escribe su nombre en un papel, mójalo, empápalo en azúcar y tíralo en la parte más alta de la casa. Y ahí me veíais a mí escribiendo todos los días su nombre en un papel y subir a la terraza y tirarlo arriba del todo. Yo creo que ese tejadillo estaría a punto de hundirse de las veces que repetí la operación, sin resultados. Cada día lo miraba para ver si había cambiado algo en él, pero no. Otro cutrehechizo era también escribir su nombre en un papel y meterlo en un bote de miel, y esconderlo en donde nadie pudiera verlo. Como me daba lástima estropear un bote de miel por eso, cogí uno vacío, hice lo que me decían, y lo escondí en el fondo del armario (en donde la ropa la tenía hecha un batiburrillo) (¿y quién no la ha tenido así alguna vez?). Tampoco funcionó. Dudé en si lo había visto alguien o la ausencia de la miel tenía algo que ver. En resumidas cuentas, yo sabía que con ese chico no tenía nada que hacer, por lo que miel que no estropeé y el bote vacío acabó como hucha. Je je je, eso era reciclaje.
Así que mi interés por él desapareció al igual que vino: de repente. De las revistas esas, me interesaron más las fotos para forrarme las carpetas que los consejos para conquistar a un chico. También servían para tener algo qué leer cuando ibas al baño. Se volvieron muy polivalentes ellas, oiga. Eso si: no volví a seguir ni un cochino consejo de los que daban. Se me quedó la frase del genio de la lámpara en la película de Aladdín: no puedes hacer que alguien se enamore de otro alguien (bueno, también la de no puedo resucitar a los muertos: es asqueroso y ¡¡¡huele muy mal!!!, pero eso no viene al cuento)
Luego me convertí en un ser escéptico en estos temas (escéptica hasta la médula) pero como sigo igual de ignorante que siempre en relación con todo lo demás, pues nada.
Eso sí: cuando cae en mis manos una revista con hechizos de ésos, me echo unas risas. Porque por lo menos, para reirse un rato, dan buen resultado.
Etiquetas: adolescente, instituto, revistas
2La nobleza opina
At 1:30 p. m.,
Mentalizada said…
Jejejej... Quién no ha hecho algo así?? Yo tambien estaba coladita por una del instituto, pero era 3 años mayor y no me hacía ni caso... Snif Snif Snif... Ya está casi superado (jejeje)
Un saludo
At 4:05 p. m.,
Anónimo said…
Yo compraba con otras compañeras el Vale y nos la repartiamos a trozos xq en esa epoca nos llevabamos todas genial y me quedaba con una sección que me encantaba y que todavia tengo las paginas en una caja de zapatos con otros recuerdos amarillos ya xq hace siglos de "cuando era joven" :) Se llamaba el Muro y había escritas frases celebres de personajes famosos y frases ocurrentes de gente de a pie.
A cada loco lo suyo.
Eva
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